27.3.06

Vanessa

Conocí a Vanessa cuando estaba en noveno año… Sus facciones eran finas, su cuerpo era escueto… no había lugar para ninguna parte voluptuosa… su figura era femenina, su cuello largo, sus piernas y brazos delgados. Sus ojos eran bien abiertos, naríz fina, labios medianamente carnosos… Tenía la cara como caricatura de animé, casi perfectamente diagramada… Su cabello era crespo, pero sus colochos no eran muy fuertes, sino apenas sugeridos… caían de su cabeza formando una eterna espiral, como serpientes negras brillantes, que caían sobre sus hombros…

Sus posturas corporales irradiaban alguna suerte de conformismo… como la quietud de una mujer que espera ser atendida con su hijo enfermo en el Seguro Social. Solía ponerse de pie y morderse las uñas, y sus piernas estiradas parecían que tenía las rodillas hacia atrás, como las garzas, por que se flexionaban hasta más allá de donde he visto la rodilla de nadie hacerse para atrás…

Usaba pantalones tubos, muy de moda a principios de los noventa, y abrigos grandes, que le quedaban largos de mangas, de telas gruesas y viejas… a veces olía como a cobija. Su cabello olía como a aceite de bergamota, y cuando le besabas la mejilla, olía tenuemente como a el dulce perfume de una vanidosa de mujer, y el olor artificial de la cereza de una pintura de labios barata. Amalgamaba juntas la ternura e intensidad de una gran mujer, y el dolor de una niña asilenciada en el mismo rostro.

Vanessa solía escribir en algún dialecto del inglés cosas en la pizarra… su letra era grande, sus mayúsculas poco se diferenciaban en tamaño de las minúsculas y su letra era redonda, agraciada, caligráficamente parejita, y muy femenina… Siempre sus mensajes escritos denotaban entre líneas una inmensa ternura, capacidad de entrega, desprendimiento por otros a un punto que lejos de ser fortaleza la hacía probablemente vulnerable.

De cuando en cuando tuve que ir con ella a la clínica por que padecía una terrible asma, y estaba mal alimentada… No le conocí aparte de su propia familia alguien que quisiera hacerle daño. Todos la querían.

Realmente yo no la conocía mucho, y ella andaba con gente de años superiores que me caía bastante mal… supuse que era igual de superflua que el tal Tin, y el Confi, que no me soportaba… Sin embargo, un día, durante un recreo, la noté extraordinariamente cabizbaja… Te sentís bien? Pregunté. Ese fue el comienzo.

Vanessa no me necesitaba, solamente ocupaba un par de orejas, y alguien que de cuando en cuando le preguntara algo para demostrar que se le escuchaba… me abrió su corazón y me permitió ver su profundidad, su superfluidad, alegría y sufrimiento, fortaleza y debilidad. Era como un poligonal diamante que integraba todas esas caras en una sola joya que brillaba, pero brillaba más cuando se veía interiormente…

La verdad aunque había notado eso, no le dí mucha importancia, hasta que empecé a ver cuánta le daba ella… por todo lado ponía “Vanessa and David are friends”…

Te estás imaginando que tuvimos un romance de adolescentes? Solo sos otro más de un montón que pensó lo mismo: Vanessa y yo nunca fuimos novios… aunque me gustó, creo que yo nunca le resulté atractivo en ese sentido a ella, y yo no iba a luchar por más, por que Vanessa y yo no compartimos religión y yo practico desde siempre la endogamia religiosa.

Además, en medio de tanto morbo, nuestra amistad logró establecerse en algún pasillo de la amistad sufrida como la edad adulta, pura e intensa como la infancia, y confusa como la adolescencia, la edad en la no pertenecés a nada… Vivimos juntos la época donde todo significaba nada, y nada significaba todo; y sufrimos el duelo de no poder vivir, por nuestras circunstancias, como la mayoría de los adolescentes: el ensimismamiento clásico de la edad, los dilemas existenciales y las mariposas del estómago de los primeros amores. El dolor fue un “Esperanto” para nosotros, y entendimos bien lo que fue procrastinar emociones por el altruismo de atender otras cosas más importantes.

Sin embargo, la amistad de Vanessa me ayudó a canalizar una especie de romanticismo, de necesidad de mimo para con alguien, que con nadie pudo atender… nunca pensé que mis cursis menesteres de piropear a alguien, chinear a una mujer, y brindar mi afecto incondicional por la mera necesidad de hacerlo, pudieran generar tanto agradecimiento en alguien…

Vanessa y yo nunca nos besamos en otro lugar que no fuera la mejilla…
Vanessa y yo nos vimos muy poco, por que luego de que yo me pasé de Colegio para estudiar en el Vocacional, ella continuó en otro colegio y yo estaba demasiado sumido en mis cosas como para comunicarme al mismo tiempo con ella… nuestra amistad fue por cartas, pero intensa como pocas.

La última vez que supe de ella, harán ya unos 10 años, iba a trabajar de “Dama de Compañía”, en algún país oriental. Si, yo también pensé lo mismo cuando escuché sobre ese trabajo... Desconozco si su pureza como persona se mantiene íntegra, o los duros golpes que se ha llevado en la vida han generado que se erosione aquel brillo que tenía la joya de su espíritu.

Donde estés Vanessa, Gracias!

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