27.12.05

El Sicario

Ahí estaba otra vez! Lo volví a ver, asechándome con su mirada tras ser descubierto con una espalda transeúnte que se movió… Como un niño cuando ve los monstruos de su pesadilla salí caminando, primero despacio, y después, hasta donde me lo permitía mi borrachera, corriendo.

Llevaba ya varios días sumido en el licor… Por algunos días enajenarme me hizo bien, por que me liberé de su acoso… pero entonces, a pesar de toda mi abstracción y el éxito que había tenido comprando un nuevo mundo autista y utópico que pagué con mi hígado al sobre dosificarme el alcohol, me llegó ese desafortunado encuentro.

Un ataque súbito de rabia e indignación me brotó, y deteniéndome en la calle, decidí enfrentarle: “Cuándo me vas a dejar en paz?” le grité. Cambié el ánimo y de rodillas, rogándole, le imploré: “Prometo no volver a odiarte si me dejas en paz, hazlo por favor!”. Me arrodillé y le pedí con dificultad para articular: “Déjame vivir por lo que más quieras, son muchos los años que me has torturado”.

Su figura siniestra se limitaba al trazo que dibujaba su silueta la luz que el alumbrado público al darle a su espalda, un alto contraste que parecía dibujo en la viñeta de alguna tira cómica. “Crees que estoy aquí por gusto? Crees que disfruto tu rechazo? Estoy aquí por deber, no por placer… no puedes huir de mí…”

Era imposible seguir hablando, y su gruesa vos lejos de hacerme sentir bien, me aterrorizaba… continué caminando lo más rápido que podía, buscando en mis turbios pensamientos la mejor forma de deshacerme de esa pesadilla…. Rendido llegué a la puerta de mi casa, y me desvanecí…

Desperté no se bien cuánto tiempo después, pero era aún noche… Sentado a la par mía estaba el… “Dormiste bien?” me dijo. De súbito brinqué, a como pude abrí la puerta en la dificultad que me causaba seguir ebrio, y entré hasta mi habitación y cerré la puerta… ví mi cómoda y recordé que ahí guardaba un arma que pensé que nunca iba a ver… tomé el revolver…

Entonces vi su demoníaca figura por el vidrio… “Crees que me puedes matar entonces?”. Me volví a desestabilizar al ver lo que estaba a punto de hacer…. Llorando caí, y pregunté “Qué quieres de mí? Qué buscas que haga? Solo dímelo, ya no puedo vivir así”. Dejó mostrar apenas en lo tenue de la luz sus horribles dientes y me dijo… “No debiera ser yo quien pregunte eso?”.

“Me estás matando -contesté-. Qué sentido tiene mi vida con vos? Qué sentido tiene el que vivas recordándome las deudas que tengo, por qué no me dejas morir y acabas de una vez por todas esta pesadilla! Por qué me recuerdas todo lo que pasó, y me vives echando en cara todo lo que he hecho? No tengo derecho a fallar?”

“Solo te proyectas tu mismo –dijo-. Solo te frustras sin mi intervención… te resulta muy sencillo achacarme lo mucho que te he arruinado, pero se te olvida todo lo que aprendiste por mí… Se te olvida que solo yo estuve en tus peores momentos con vos, que todos te han dejado, y que yo he sido el único remanente de lealtad que has visto… que tus convivencias conmigo te han hecho mejor persona, y que soy yo el único que te da los golpes que requieres cuando es hora de levantarse y seguir… a quién le impides el derecho a fallar?” Mientras articulaba, su inicial ironía comenzó a tener más sentimiento, y se podía percibir un alma herida, dañada, y sensible…

“Y por qué me sigues?” Le dije tratando de encontrar sentido en su persecución…

“Quién sigue a quien? Quién sigue invocándome? Soy yo el que paga con golpes tus errores, y soy yo a quien le clavas tu odio” Contestaba alzando su voz, en esta ocasión perdiendo su sensibilidad y cambiándola por una nueva sensación, dándome la peor de las dosis de raciocinio que no podía combatir… eso era lo que odiaba de el… que estuviera ahí, mancillando toda mi dignidad, dañando todo rastro de progreso que estuviera con su pesada argumentación, y torturando mi alma con su perfeccionismo que me generaba culpabilidad…

Vi el revolver. Llegué al punto en que nada importaba… qué sentido tiene preocuparme por lo que podía pasar o dejar de pasar si el iba a estar asechándome de toda posible forma? Qué propósito o sentido de satisfacción iba a encontrar en la vida si dejaba que viviera, si de todos modos mi vida poco a poco se iba a drenar de mi sangre por cada herida que su argumental lógica iba a seguir disparando en mi vida? Qué propósito tenía prolongar semejante ciclo de violencia? No podía ponerse peor… Era más soportable el cuervo que Edgar Allan Poe torturaba que su propia existencia…

Levanté mi vista, y la sostuve cara a cara con el… en segundos pude canalizar con una sola mirada, el rencor que me había generado tenerle cerca toda una vida… Aunque temblaba por dentro, ya nada realmente me resultaba obstáculo. Y le disparé a sangre fría… Las emociones me generaron shock, y yo caí desmayado.

Desperté, y los vidrios que se reventaron con el disparo habían caído sobre algunas partes de mi cuerpo… me sacudí los cristales asustado por el asesinato que acababa de cometer… desde que estaba borracho no había logrado quitarme a ese enemigo de encima, que solía aparecerse de varios años hace cada vez que estaba en problemas, como si no fuera suficiente el peso del sentido para mí…

Pero la peor de las emociones fue descubrir quien era el que me acechaba en mi nueva etapa de sobriedad aunque con resaca… era más doloroso saber lo que había hecho y todo lo que aquello representó… No había cadáveres en mi casa excepto los cristales esparcidos en toda mi recámara… Había disparado a mi espejo!

Escrito en el año 2000. Reeditado el 2005.

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